Faltó que le alcancen una escoba para barrer las gradas del TD Garden, que en el entretiempo le pasen un micrófono para animar al público, o quizás, simplemente, que le extiendan la llave para cerrar el estadio antes de viajar de regreso a Los Ángeles.
¿Qué más se le puede pedir a Kobe Bryant?
Está claro que no puede hacer todo. Lo venimos diciendo desde que comenzó la serie y este fue el partido que se sostuvo con hechos: por más que el escolta estrella tenga números fantásticos producto de anotaciones que sólo un fuera de serie como él puede hacer, si absorbe todo el volumen de juego, tarde o temprano los Celtics se quedarán con la victoria.
Los fanáticos de Bryant pueden no estar de acuerdo, pero ningún jugador puede ganar un partido sin ayuda de sus compañeros. Y cuidado, aquí hablamos de falta de compromiso del resto del coro angelino, porque a Kobe no le quedó otra opción que tomar él los lanzamientos: sus compañeros estaban en otra órbita, pensando más en el regreso al Staples Center que en ganar el quinto partido, crucial para las aspiraciones de campeonato.
Kobe sabe que en esta serie debe ser segunda opción de tiro. El domingo fue el caso, porque se intentó primero lastimar en la pintura, pero fue imposible: Andrew Bynum tenía la rodilla inflada como un globo y Pau Gasol gozaba de la coordinación de un malabarista con tics nerviosos.
Mientras tanto, los Celtics lastimaban con todos sus jugadores. Titulares, suplentes, corrían en transición, movían el balón en ataque estacionado, volvían a jugar el básquetbol del bien común. En otras palabras, la pelea se fue gestando en el comienzo y se desató en el tercer cuarto: era Kobe contra el mundo, y por más bueno que sea, ya nos explicó Cervantes con Don Quijote que nadie puede combatir contra molinos de viento sin pasar por la frustración. Tarde o temprano, hasta las Ferrari se quedan sin nafta.
Y así pasó, entonces. Los Lakers cayeron en el embudo de los Celtics y la Kobe-dependencia volvió a ser una factura demasiado cara de pagar. Si a eso le sumamos que la defensa grupal de los Lakers dejó grietas por todos lados -sobre todo con las ayudas en los cortes procedentes del lado débil-, estaba claro que el triunfo no podía irse del TD Garden.
Kobe anotó 19 puntos en el tercer cuarto, su mayor cantidad de unidades en su carrera en un partido de Finales de NBA, y fueron 23 puntos de Lakers consecutivos (los últimos cuatro del segundo cuarto y los primeros 19 del tercero).
"Es el mejor creador de anotaciones de todo el básquetbol. Puede haber mejores atletas que él, pero no hay mejor creador de tiros que Kobe Bryant", dijo Doc Rivers. "Debemos vivir con eso y jugar a través de eso".
¿Cómo puede tolerar el físico de un jugador semejante esfuerzo? Quedó claro que el talento de Kobe es algo sensacional, pero los milagros hay que dejarlos para las películas de ciencia ficción. Es imposible que ese ritmo arrollador se mantenga con el correr de los minutos porque no hay físico que tolere una precisión semejante.
Y digamos que, además, Kobe sigue siendo pan comido para la defensa de Tony Allen. El defensor perimetral de elite de los Celtics ha mirado muchos videos para controlar a Bryant: no le permite ir hacia su mano fuerte y aguarda siempre antes de saltar a los amagues. Los números no mienten: en el quinto juego, Kobe tuvo 15 posesiones y anotó sólo dos puntos con el 20% de efectividad ante Allen. Frente a otros defensores, tuvo 60 posesiones, hizo 36 puntos y tuvo 56.5% en tiros de campo. Pequeña diferencia.
"Intenté nunca dejar de decir lo siguiente: 'son sólo dos puntos cada vez que anota, no son diez'", dijo Rivers. "Fue como si alguien distinto estuviese anotando... amo que nuestros muchachos, en gran parte, entendieron lo que estaba haciendo. Pero defendimos al resto. Creo que fue grande".
Pero todo tiene una explicación para este monólogo del número 24 angelino. Sencillamente, Bynum no está bien. Sus gestos de dolor son elocuentes y se mueve con la ductilidad de un robot enorme con articulaciones sin aceitar, porque su rodilla no le permite girar y saltar con la facilidad que había mostrado a lo largo de todos los playoffs. Esto hace que Gasol deba jugar de centro -siendo la posición de ala-pivote su rol natural- y ahí es donde sufren los Lakers ante los Celtics: Boston logra imponer su ley en la pintura porque Odom, si bien puede jugar debajo del aro, es un interno que por naturaleza va de afuera hacia dentro.
La lógica de los rebotes se mantuvo, y otra vez ganó el partido el equipo que dominó en esa área. Los Celtics se impusieron por la mínima, 35-34, pero anotaron 46 puntos en la pintura contra 32 de su rival. No sólo eso: tuvieron 21 asistencias contra 12 de Lakers y 14 puntos en transición -algo que siempre busca Boston por naturaleza ante un rival como Los Angeles- contra 3.
El departamento de estadísticas de ESPN nos trae un dato muy interesante del juego en la pintura. En los primeros cuatro partidos, el equipo de Phil Jackson anotó, a cinco metros del aro, 34 puntos por juego, siendo el 29.8% del total los tiros de corta distancia, con un porcentaje de 40.5% de efectividad. El domingo, anotaron sólo 18 unidades, siendo los tiros a cinco metros el 17% del total, con un 21.8% de efectividad.
Cualquier vinculación con la lesión de Bynum, ¿es mera coincidencia?
Cuesta encontrar por el lado de los Celtics una figura de este partido, porque la realidad es que todos aportaron para conseguir esta victoria. La salida más fácil sería Paul Pierce -todavía me pregunto qué fue lo que hizo Ron Artest en la cancha, desaparecido en defensa y desbocado en ataque- con sus 27 puntos y su 5° partido de 25 unidades en estos playoffs, pero estaríamos siendo muy injustos con Rajon Rondo y Kevin Garnett por ejemplo.Y entonces, diciendo esto, podemos ver lo completo que es el equipo de Boston desde que comenzaron los playoffs. La idea se extiende a todos sus hombres, porque el jueves fue la segunda unidad la que sacó a flote el partido, y el domingo fue el Big Four (Rondo, Garnett, Pierce y Ray Allen).
La defensa sigue siendo la vía de alimentación de este equipo, tanto para correr como para envalentonarse desde lo emocional. A partir del juego sin pelota, surge todo lo increíble para el equipo de verde. Y por ende, cualquier partido de baja anotación, como el quinto de estas Finales, termina con resultado favorable para Boston.
Los Lakers anotaron sólo 39 puntos en la primera mitad, su marca más baja de la postemporada. Además, defendieron mal contra un ataque que lo hizo muy bien: Boston llegó a un 56.3% de efectividad en ofensiva, su tercer mejor porcentaje de la historia en Finales de NBA (el mejor desde 1986).
Esta fue la décima vez en fila que los Celtics anotan menos de 100 puntos en casa, igualando un récord de postemporada con los Knicks de 1999, y los Lakers han anotado menos de 100 en cuatro partidos seguidos cuando llevaban 11 en fila por encima de las tres cifras. Vaya si habla de Boston este dato.
"Fue nuestro partido más grande del año", dijo Pierce. "Estamos en un buen lugar. Tenemos dos partidos en L.A.; debemos ganar uno".
El departamento de estadísticas de ESPN nos informó que los Celtics están a 11-0 cuando lideran Finales de NBA 3-2 y 34-1 en series a siete juegos con la única derrota ante el Magic en las Semifinales de Conferencia del año pasado.
La pregunta que todos se hacen es si habrá nuevo campeón de la NBA el próximo martes. Y la respuesta es que, en una serie tan fluctuante, cualquier pronóstico aparece y desaparece como un truco de magia.
Por lo tanto, dejemos que el básquetbol nos sorprenda.
Todavía no escuchamos la última campana.
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